Octavio Rodríguez Araujo

Octavio Rodriguez Araujo

Sergio Ortiz Leroux

Visto en su conjunto, el presente libro ofrece un análisis y una reflexión detallados sobre algunos de los principales temas que ocupan la agenda político-electoral

REGION Y SOCIEDAD AÑO XXVI No. 59. 2014
Derechos reservados de El Colégio de Sonora, ISSN 1870-3925
Reseñas
Octavio Rodríguez Araujo (2012),
Poder y elecciones de México,
México:Orfila,
208 pp
Sergio Ortíz Leroux

Hay libros difíciles de clasificar, debido a que se resisten a ser encasillados en un grupo o clase. Poder y elecciones en México, escrito por Octavio Rodríguez Araujo, con la colaboración de Gibrán Ramírez Reyes, es uno de ellos. Si bien su objetivo principal es analizar la coyuntura político-electoral que vivió México durante 2011 y 2012, al mismo tiempo no teme recurrir a la historia reciente -y no tanto- del sistema electoral y del de partidos, con la finalidad de ofrecer una mirada de mediano plazo que permita apreciar el peso específico de la coyuntura en su justa dimensión histórica.
En este texto se sintetizan, me parece, las pasiones intelectuales y preocupaciones orales que han marcado la trayectoria pública del propio autor, ya que en algunas ocasiones se deja escuchar la voz docta del académico y profesor universitario, experto en elecciones y partidos políticos en México, y en otras resuena el eco del intelectual, periodista y, sobre todo, polemista, que no duda en expresar abiertamente sus simpatías ideológicas por la izquierda y por la figura de Andrés Manuel López Obrador. Poder y elecciones en México es el resultado de este cruce de historias y biografías, que se encuentra a caballo entre el tratado académico y científico y la obra de reflexión y análisis de coyuntura. No siempre Rodríguez Araujo logra resolver las contradicciones, que en ocasiones aparecen entre la rigurosidad y parsimonia del trabajo académico científico y la pasión combativa del compromiso político expresado en público (¿acaso puede resolverse esta contradicción?). Pero, más allá de este hecho anecdótico, lo cierto es que estamos frente a una obra académica rigurosa, política y polémica, que puede ser leída -y quizá disfrutada- tanto por estudiosos de las ciencias sociales como por ciudadanos de a pie, interesados en los temas político-electorales pero, sobre todo, preocupados por el rumbo desconcertante que han tomado los procesos electorales en México a partir, por lo menos, de 1988.
Visto en su conjunto, el presente libro ofrece un análisis y una reflexión detallados sobre algunos de los principales temas que ocupan la agenda político-electoral como: democracia y partidos políticos; abstención y tipos de votación; partidos y contendientes; precandidatos y precampañas; financiamiento y costo del proceso electoral; encuestas, casas encuestadoras y campañas electorales; resultados e impugnaciones. Para cumplir su doble cometido: el pedagógico y el político, el autor respalda su reflexión sobre el poder y las elecciones en el México de finales del siglo xx y principios del xxi con una argumentación amplia y solvente, que se dirige a revelar la genealogía histórica y el género próximo y la diferencia específica del asunto por tratar. Todo ello complementado con numerosos datos, gráficos y cuadros que contribuyen a focalizar la discusión, y cumplen la función de mecanismos internos de control.
Siempre que la argumentación presentada en el libro corre el riesgo de volar por encima de eso que eufemísticamente denominamos "la realidad", Rodríguez Araujo recurre a una amplia batería de datos que le ayudan a él y, sobre todo, a los lectores a volver a tocar piso; de ahí la originalidad de su trabajo y también el riesgo que se corre. En el capítulo primero, "Partidos, abstención, voto nulo y voto útil", ofrece argumentos teóricos a favor de los partidos políticos como asociaciones intermedias de la sociedad en el marco de las imperfectas democracias modernas; reflexiona sobre el proceso de desideologización de éstos; estudia la relación entre la votación histórica registrada por dos de los grandes, el Revolucionario Institucional (pRi) y Acción Nacional (pan), y el abstencionismo; y hace algunas críticas a los defensores del voto nulo y argumentos a favor del llamado "voto útil", realizado durante los comicios presidenciales del año 2000. Tres cosas llaman la atención en este capítulo, primero que el autor en ningún momento cede a la fácil tentación de ciertas izquierdas cuando sostienen que, ante la evidente crisis de las democracias representativas existentes, los partidos políticos son prescindibles y que en su lugar puede y debe haber candidatos ciudadanos, democracia directa o autonomías asociativas. Para él, los partidos son, si se quiere, un mal, pero necesario. De manera que estos institutos propios de la modernidad no pueden ser sustituidos por formas utópicas de democracia directa o por supuestos candidatos ciudadanos, que en nada se distinguen de los postulados por los partidos puesto que son simples ciudadanos, al igual que los primeros. En todo caso, la crisis de legitimidad de los partidos puede atenuarse mediante mecanismos de control o fiscalización ciudadana, o a través del llamado voto de castigo. Pero pensar en una democracia moderna sin partidos es una simple invitación a misa.
En segundo lugar, es notorio que Rodríguez Araujo no dedique algunas líneas a reflexionar sobre los argumentos presentados en su momento, en el contexto de las elecciones legislativas de julio de 2009, a favor del llamado al voto nulo, ni sobre los alcances prácticos de esta iniciativa política (en el Distrito Federal, por ejemplo, cerca de 10 por ciento de la votación válida para elegir diputados federales fue de votos nulos). Ciertamente, como él sostiene, los votos nulos favorecen, en términos prácticos, a los partidos grandes y fuertes, y perjudican a los pequeños y débiles, pero también pueden ser un poderoso llamado de atención o rechazo a las burocracias de los grandes partidos políticos.
En tercer lugar se reconoce la valentía cívica de Rodríguez Araujo por defender en su momento, como lo hace en las páginas de este libro (al igual que quien esto escribe), el llamado al voto útil a favor del candidato no priista que tuviera mayores probabilidades de ganar y sacar al pRi de Los Pinos, en los comicios presidenciales del año 2000. Se trató, como reza el sentido común, de un voto "en contra de" y no "a favor de".
Creo que el capítulo central de este libro es "Partidos y candidatos hacia el 2012". En él se ofrece una radiografía pormenorizada, sustentada en un cuidadoso seguimiento de fuentes hemerográficas, de la ruta que siguió cada partido y presunto candidato rumbo a las elecciones presidenciales del 1 de julio de 2012. Destaca el seguimiento puntual sobre el proceso de construcción tanto dentro como fuera del pRi de la candidatura de Enrique Peña Nieto a la Presidencia de la república; la competencia interna del pan, entre Santiago Creel Miranda, Ernesto Cordero y Josefina Vázquez Mota, así como la trayectoria y apoyos empresariales que recibió esta última, quien a la postre resultó ganadora en la contienda interna; y los encuentros y no pocos desencuentros entre Andrés Manuel López Obrador y la dirección del Partido de la Revolución Democrática encabezada, a partir de noviembre de 2008, por Jesús Ortega. La sensación que queda después de leer este capítulo es, por decir lo menos, de malestar: el pRi fue cosechando silenciosamente a su favor los tropiezos de sus adversarios provocados por el mal desempeño de la administración panista de Felipe Calderón, y por las múltiples divisiones y confrontaciones públicas de las izquierdas mexicanas.
El capítulo más técnico de todos es, sin duda, "Precandidatos y precampañas. Una discusión de las reglas del juego", donde el autor examina lo que a su juicio son un conjunto de imprecisiones y hasta contradicciones de la última reforma electoral, en lo correspondiente a la regulación de las precampañas y los precandidatos (gastos, duración, etcétera), y cómo éstas afectaron a los partidos y candidatos presidenciales. Después de una revisión minuciosa de algunos artículos clave del Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales, el autor concluye que el propósito de la reglamentación de las precampañas y los precandidatos respectivos no fue -como sostuvieron sus promotores- la reducción de los gastos excesivos, sino más bien la disminución de los tiempos de las precampañas y las campañas, lo cual, en los hechos, provocó un marcado desequilibro entre los partidos favoreciendo a los que cuentan con más recursos. No voy a detenerme en este asunto tan árido y aburrido; no soy experto, ni mucho menos, en temas técnicos de esta naturaleza. Remito al lector curioso y obsesivo a leer Poder y elecciones en México, y examinar con lupa y paciencia esta discusión propia de especialistas.
El capítulo cuarto es breve y está dedicado a analizar las encuestas y casas encuestadoras, así como el papel que las primeras jugaron como mecanismos de inducción del voto en los comicios de 2012. En el cinco, "Las campañas", se presenta una visión panorámica de las campañas, dividida en tres momentos: el primer tercio, marcado por los ataques del pan a Peña Nieto y las respuestas de la campaña del pRi a éstos, y por el incidente ocurrido el 11 de mayo en la Universidad Iberoamericana durante la visita de Peña Nieto, y que derivó en el (refrescante) nacimiento del Movimiento #YoSoy132; el segundo tercio, que se distinguió por el resurgimiento de la estrategia anti-lopezobradorista por parte del pRi y el pan; y el tercer tercio, cuando buena parte de las encuestas marcaban a Peña Nieto como puntero, a López Obrador en segundo sitio y a Vázquez Mota en un lejano tercer lugar, en el que los candidatos se dirigieron acusaciones mutuas y se prepararon para el cierre de sus campañas. Sorprende que el autor no se haya detenido a reflexionar más sobre los tres debates sostenidos por los candidatos (al tercero, por cierto, organizado por el Movimiento #YoSoy132, no asistió Enrique Peña Nieto), y sobre la poca o nula repercusión que éstos tuvieron en sus preferencias electorales.
En el capítulo seis, "Los resultados", se pasa lista a las variantes de fraude cibernético que, según el autor, hubo durante las elecciones presidenciales de 2006, y que favorecieron a Felipe Calderón Hinojosa; y a las formas tradicionales de defraudación del voto que ocurrieron en los comicios de 2012: compra y coacción del voto, rebase de topes de campaña, manejo de dinero privado, encuestas como medio de propaganda e inducción del voto, etcétera, las cuales favorecieron, por cierto, el triunfo del contendiente priista. En el capítulo siete "Las impugnaciones", Rodríguez Araujo revisa de manera somera el recurso madre de impugnación presentado por el Movimiento Progresista, en el que se solicita la invalidez de la elección por "violaciones graves" a los principios constitucionales en materia electoral. Este apartado, de vital importancia para el futuro de la democracia mexicana, merecería un mayor desarrollo que aquí no tuvo quizá por cuestión de tiempo, o porque el autor no contó en su momento con el expediente completo de impugnación presentado por la coalición de izquierda.
En suma, Poder y elecciones en México, el libro más reciente de Rodríguez Araujo, resulta una lectura obligada para todo el que esté interesado en conocer una visión crítica y de conjunto sobre el proceso comicial de 2012, especialmente sobre sus partidos, campañas y candidatos.

Sergio Ortiz Leroux

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