"El libro es el más completo en la materia, es complejo debido a su amplio contenido y es altamente polémico."
"El texto termina sin conclusiones, cuestión que no está hecha al azar.."
Hugo Antonio Garciamarín Hernández
América latina Hoy.
Universidad de Salamanca, España. N° 72, 2016
Hablar de la historia política de la(s) izquierda(s) en el México del siglo XX es hablar de un proceso complejo, en algunos momentos enredado y con muchas experiencias a analizar. Desde los albores del siglo XX donde se aspiraba al socialismo, hasta el desplazamiento ideológico cada vez más hacia el centro de la izquierda partidista las izquierdas han vivido procesos políticos y sociales difíciles de seguir y de estudiar. Es por lo anterior que no extraña que fuese un experto en la materia, como es Octavio Rodríguez Araujo (Puebla, 1941), quien elabora el que en mi opinión es el mejor trabajo que se ha realizado recientemente al respecto: Las izquierdas en México Rodríguez Araujo define su libro como un ensayo en el que analiza a las izquierdas desde la distinción entre revolucionarios y reformistas. No obstante, el autor considera que sería arriesgado simplificar la historia de esta forma o bajo una mirada lineal de la evolución de las izquierdas. Por ello la obra conjuga el estudio de la díada reforma-revolución, con un análisis diacrónico-sincrónico. El análisis diacrónico es realizado a partir de tres momentos claves:
Todo esto dividido en ocho capítulos. Mientras tanto, el análisis sincrónico es realizado en un constante ir y venir en el tiempo.
1. Socialismo tradicional. El socialismo tradicional estaba fuertemente influenciado
por la Internacional Comunista y el Partido Comunista de la Unión Soviética; tal y como sucedió con el Partido Comunista Mexicano
(PCM) y otros actores políticos de la época. Un ejemplo de esto son los cambios en el PCM del VI al VII Congreso
de la Internacional, donde pasaron del "ni con Calles ni con Cárdenas, con las masas cardenistas" a los
Frentes Populares -claudicación reformista, según el autor-.
En este aspecto, el balance del PCM es duro: la lectura indica que tras examinar su responsabilidad histórica,
a partir de los hechos, su mayor éxito fue que su existencia sirvió para distinguir a las izquierdas de las derechas,
pero no mucho más.
No obstante, el análisis del autor no es tan simple como eso y explica muy bien los diferentes actores y momentos claves.
Saldrán a la luz personajes y partidos como Dionisio Encina, Valentín Campa, Hernán Laborde,
el Partido Obrero Campesino de México (POCM), el Partido Popular (después Partido Popular Socialista) y
Vicente Lombardo Toledano.
Por último, para cerrar este apartado, Rodríguez Araujo explica que después del movimiento de los ferrocarrileros
se crea una fuerte disidencia al interior del partido comunista que cuestionaba su dirección, la cual se autodenominaría
"espartaquista" y, junto a maoístas y trotskistas, serían los críticos del socialismo tradicional.
2. Crítica al socialismo tradicional. El espartaquismo surgió a raíz de una de las salidas de José Revueltas del PCM y del POCM y con el nacimiento de la Liga Leninista Espartaco en 1960. Sin embargo, como el principal objetivo del espartaquismo era la construcción de un "verdadero partido proletario", tuvo muchas escisiones que terminaron en pequeñas organizaciones.
Un ejemplo de su sectarismo fue la expulsión del mismo Revueltas en 1963, por "desviaciones del leninismo".
Mientras tanto, el maoísmo fue muy complejo, al grado de que los resultados de su
actividad política son diversos y van desde la creación de movimientos urbanos populares
en la Ciudad de México hasta la creación del Frente de Liberación Nacional (antecesor
directo del EZLN), el Partido del Trabajo e incluso "maoístas" que terminaron en
el gobierno (como Rosario Robles, quien pasó de ser dirigente de la Organización de
Izquierda Revolucionaria-Línea de Masas, al gabinete de Enrique Peña Nieto).
En cuanto al trotskismo, Rodríguez Araujo cuenta una historia bien retratada: en
el texto se pueden ver su evolución, sus rupturas (múltiples, como el viejo chiste que
recuerda el autor), sus corrientes principales (como el posadismo basado en los postulados
de J. Posadas), su papel internacional (como el desatinado artículo de Adolfo Gilly
sobre el paradero del Ché Guevara), el Partido Revolucionario de los Trabajadores
(PRT), que impulsó a la primera mujer candidata presidencial, Rosario Ibarra.
La crítica al socialismo tradicional es mucho más compleja que lo que he podido
señalar, pues el autor explica el Movimiento del 68 y sus consecuencias (la nueva izquierda),
así como los movimientos guerrilleros. Sobre estos últimos se hace un balance
interesante: algunos movimientos armados surgieron a raíz del 68 y tuvieron una formación
urbana e intelectual; empero, también existieron otros de carácter rural, como
el encabezado por Lucio Cabañas (quien estudió en la normal Raúl Isidro Burgos, al
igual que los 43 normalistas desaparecidos de Ayotzinapa). La guerrilla es trabajada
con especial cuidado, pues, aunque hay críticas importantes sobre su andar, el autor les
reconoce un papel importante, así como consecuencia con sus ideales.
3. La decepción del pasado. Este es el apartado más corto del libro, ya que es un tema
que ha sido abordado por el autor en otras obras. Aquí centra su análisis en la evolución
del PCM al Partido Socialista Unificado de México (PSUM), hasta llegar al PRD y a MORENA,
sin dejar de lado la experiencia del Movimiento de Liberación Nacional y algunas menciones
breves sobre el zapatismo y el movimientismo contemporáneo. En general, el
balance es que con el tiempo las izquierdas terminaron por socialdemocratizarse en
exceso y hoy en día han dejado sus pretensiones socialistas, decantándose por un lugar
en el centro, donde se distinguen de los partidos de derecha en tanto que rechazan el
neoliberalismo.
El libro es el más completo en la materia, es complejo debido a su amplio contenido
y es altamente polémico. El texto termina sin conclusiones, cuestión que no está
hecha al azar: la historia está descrita de la mejor forma posible y dependerá del lector
sacar sus propias conclusiones. ¿La izquierda debe reformular en la actualidad algunos
postulados del pasado o debe dejar a un lado, como ha sucedido, sus pretensiones socialistas?
Los temas están ahí, y Rodríguez Araujo deja abiertas las páginas para que se
siga escribiendo y -¿por qué no?- construyendo la historia.