Octavio Rodríguez Araujo

Octavio Rodriguez Araujo

Lilia Venegas
Comentario de Lilia Venegas
Durante la presentación del libro

"Derechas y ultraderechas en México contribuye a la comprensión de uno de los rasgos persistentes en la historia reciente de nuestro país. Al lado de una historia social rica en demandas y movilizaciones desde la izquierda, ha correspondido la presencia constante, más o menos beligerante, de una derecha y una ultraderecha gubernamental, pero también social (seglar o laica). "

26 de Noviembre de 2013

Agradezco, muy feliz y honrada, la invitación para comentar Derechas y ultraderechas en México de Octavio Rodríguez Araujo, libro interesantísimo publicado bajo el sello de Orfila.
La dedicatoria:
Me detengo un instante en la dedicatoria: el libro inicia con un A Teresa: ¿qué haría sin ella y sin su apoyo? .En un grafito de la ciudad de Tijuana leí un mensaje parecido. Decía escuetamente: "Sin ti/yo no". Mi reconocimiento para autores y artistas que agradecen el amor. Sea en libros o en muros.
Y ya en materia..
Derechas y ultraderechas se ocupa de una cuestión absolutamente central para comprender mejor el México que vivimos y, en consecuencia, para que, como ciudadanos- lectores, tomemos decisiones fundamentadas cuando, por ejemplo, se trata de valorar el sentido de ciertas leyes (vigentes o en proyecto), o las posiciones o declaraciones de personajes, grupos, partidos o gobiernos. Para que, a la hora de votar, o a la hora de la hora, valoremos, con mayor conocimiento de causa, qué importancia tiene el ayudar (aunque sea un poquito) a inclinar la balanza de un lado o de otro: a la derecha, o a la izquierda.
Si bien se trata de términos referenciales de uso común, Rodríguez Araujo no deja al aire lo que entiende por ellos. Por principio se ha ocupado ya de estos conceptos de manera extensa en Derechas y Ultraderechas en el mundo (2004) y, en esta ocasión, lo resume en una breve Introducción: se trata, básicamente, de optar por una sociedad más igualitaria (a la izquierda), o por una en la que predomine la desigualdad (a la derecha) ¿Y las ultraderechas? "proponen más o menos lo mismo que las derechas, pero son menos tolerantes y tienden a formas totalitarias tanto de pensamiento como de poder" , señala. Con esta noción, como brújula, lleva a sus lectores por un camino poco ensayado, y sin duda, afortunado: recorre un amplio arco temporal del siglo XX mexicano con perspectiva y preguntas de politólogo que interroga sobre la densidad histórica de un fenómeno contemporáneo. Lo hace, por lo demás, con la maestría que le otorga una trayectoria académica reconocida, la destreza narrativa que ha ejercitado en novelas (thrillers políticos) y años de disciplinada y exitosa práctica periodística. Es un ensayo, nos dice Rodríguez Araujo, en el que se parte del cardenismo como una bisagra de los periodos posrevolucionarios, de antes y después. "A mi manera de ver -cito al autor- el gobierno de Cárdenas es el único desde la Revolución hasta nuestros días, que podríamos caracterizar de izquierda o, si se prefiere, de centro-izquierda" (Rodríguez Araujo, 14). Si se tuviera que asignar un género, diría que es un ensayo de Historia política muy bien documentado y muy bien narrado. Y algo más en favor de su lectura. Derechas y ultraderechas en México contribuye a fomentar una tradición que se ha perdido: el ejercicio del debate. Rodríguez Araujo asienta sin cortapisas su opinión y sus puntos de vista. Cuida sus fuentes, pesa lo que dice, pero no se cuida demasiado de incurrir en faltas a la corrección política o a la moda de las disciplinas académicas.
El libro se desarrolla en siete capítulos.
El primero, nos dice Rodríguez Araujo, intenta explicar por qué el nacionalismo, comprensible dadas las características de la Revolución, se tornó en un nacionalismo extremado con "animosas pinceladas de chovinismo que propició posiciones fascistas, racistas y xenófobas". (p. 21). Y es que, nos cuenta el autor, ¿Qué no estaba mal en México entre 1929 y 1935? Crisis económica, falta de un proyecto político del presidente, repatriados de la Gran depresión, y en consecuencia (¿) políticas xenófobas contra "razas exóticas" . Nacionalismo extremo que alcanzó, por ejemplo, a escobaristas, villistas.El punto fuerte, creo yo, estriba en la afirmación de nuestro autor: la crisis favorece el racismo, pero no lo justifica. En el periodo, el anticomunismo empezó a tener lugar, extrañamente, con la identificación de judíos y comunistas: la otredad.
Más allá de la lógica argumental de este apartado, surge la pertinencia de preguntar sobre los límites y características que debiera tener, hoy día, un nacionalismo sano. Uno que, por ejemplo, ponga en el centro la soberanía de la nación. O, de plano, la posible desaparición del nacionalismo, como ideología descartable a la par de otros "ismos" .
Para gustos, los colores, y así son para mí los capítulos dos y tres, los más interesantes.
La primera cuestión estriba en explicar por qué razón revolucionarios que combatieron aliados en un momento se convirtieron en reaccionarios, anticomunistas y antijudíos. Revolucionarios que se expresaron contra Cárdenas: por ser cartuchos quemados, por debilidad de lealtades, por falta de principios ideológicos. O por haber sido la Revolución un mosaico de rebeliones locales (Romana Falcón). El punto fuerte, señalado por Rodríguez Araujo estriba, creo yo, en cuestionar por qué, estos personajes, en principio revolucionarios (aunque sabemos, diversos) se rebelaron años después contra Cárdenas, ".por el flanco anticomunista y fascista, y en algunos casos, racista" . (p. 36). A la idea de que pudiera ser respuesta al carácter socialista de Calles o Cárdenas, Rodríguez Araujo se opone, señalando que Calles podría serlo en opinión de EU y la Iglesia, pero más bien podría atribuírsele el laicismo. Cárdenas, por su parte, mantuvo independencia con respecto a los comunistas prosoviéticos y de la misma URSS, como mostró con el asilo a León Trotsky. Por lo demás, algunos de los revolucionarios contradictoriamente de derecha, lo eran antes de Cárdenas, durante su sexenio, y después de éste. No adelanto las hipótesis e interpretaciones que propone nuestro autor ante esto. Se pueden leer entre las páginas 37 y 38 de este nuevo libro. La derecha (o ultraderecha) de estos años, tuvo también una expresión popular en el movimiento sinarquista. El capítulo cierra con un resumen que hace atemperar el desánimo por los tiempos que hoy vivimos: aumentaban las desaveniencias entre la burguesía, el gobierno de Cárdenas y los trabajadores. [Mismas] que se agudizaron con la crisis que siguió a la expropiación petrolera, el triunfo de Franco en España, la proximidad de la guerra y la sucesión presidencial. (p. 42)
La elección de 1940
El capítulo, enfocado a analizar la conflictiva sucesión presidencial de Cárdenas, se presenta dividido en dos apartados. El primero se dedica a la ultraderecha seglar o laica, y el segundo a la ultraderecha religiosa.
Entre quienes retiraron sus candidaturas, se contó Sánchez Tapia ( "con fama de conservador" ) y, para no exacerbar a la reacción, la del mismo Francisco J. Múgica, considerado de izquierda y cercano colaborador de Cárdenas. El autor da cuenta de numerosos nombres y asociaciones que se sumaron en contra de la elección del sucesor del presidente: la Unión Nacional Sinarquista (UNS) y el recién fundado Partido Acción Nacional (PAN). Pero la candidatura que más preocupó al gobierno de Cárdenas fue la del anticomunista Juan Andreu Almazán. La coyuntura, faltaba más, estuvo también contaminada por las potencias internacionales en conflicto.
Ya en 1938 hacen su aparición grupos profascistas, asociados a la Falange, como la Sociedad de Precursores Revolucionarios, y el Frente Constitucional Democrático Mexicano, cercano este último a los Camisas Doradas que simpatizaban con la candidatura de Sánchez Tapia quien se declaró amigo sincero y leal de Cárdenas. Figuró como candidato y obtuvo menos del 1 % de los votos.
Avila Camacho representaba a la derecha y la ultraderecha quedaba en manos de los anticomunistas provenientes del callismo y los Camisas Doradas que fundaron en enero de 1939 el Partido Revolucionario Anticomunista (PRAC). Apoyaban al general Amaro y algunos apoyaron a Almazán. La candidatura de este último contó, básicamente, con mujeres y hombres de clase media, decenas de siglas con agrupaciones efímeras, empresarios y obreros descontentos. Fundó, meses antes de su candidatura, el PRUN. Aunque había anticomunistas en sus filas, los unía la oposición a Cárdenas. También se sumaron contra Cárdenas la UNS y el PAN, recién fundado. Entre los enemigos también estaban los intereses afectados, como los de la Gran Bretaña, los "cartuchos quemados" y otros anticomunistas como Vasconcelos. Sobre este personaje, tal vez emblemático de la escasa intelectualidad conservadora, Rodríguez Araujo coincide con José Joaquín Blanco: "nazi o mocho no causó mayor daño al país" . Resulta interesante destacar el comentario de Blanco sobre Vasconcelos, ya que expresa bien ideas que no parecen ser del todo solitarias o rebasadas por la Historia: "las clases aristocráticas deben dominar a la plebe.y .más vale un despotismo ilustrado que uno bárbaro. México tiene tres elementos, dos podridos (indios y norteamericanos) y un tercer sublime y redentor, lo hispánico" . Si bien, en efecto, la campaña electoral de Vaconcelos no trascendió mayormente, no parece ocioso reconocer la persistencia de mentalidades que, ya en el nuevo milenio, y con algunas variantes, parecen derivar de la misma vena elitista y racista.
Rodríguez Araujo analiza la sucesión presidencial de Cárdenas a Avila Camacho dando cuenta de un paisaje de conflicto y tensión exacerbado, en el que el voto a las mujeres tambiés estuvo involucrado. Rodríguez Araujo refiere el asunto en una nota al pie: Cárdenas envía la iniciativa de dar el voto a las mujeres, se aprueba, pero no se publica en el Diario Oficial. Califica esta omisión como una pifia que aprovechó Almazán para atraer a las mujeres a su campaña. Una pifia que postergó el sufragio femenino hasta 1947 en las elecciones municipales, y hasta 1953 para las federales. El tema ha sido objeto de numerosos estudios en los que se coincide en la interpretación de que Cárdenas detuvo el trámite, como señala el autor, por considerar que no era conveniente por el momento crítico que se vivía. Dominaba el temor del voto femenino conservador. Con todo, la derecha ganó de cualquier manera, con la elección de Avila Camacho, "Almazán era tan anticomunista como su adversario oficial, y cualquiera de los dos que hubiese ganado habría puesto reversa a muchas de las políticas cardenistas" (Rodríguez Araujo, 60). Cárdenas practicó el criterio, que más tarde se repetiría, de aplicar una democracia selectiva, subordinada a "más altos intereses" : los de impedir el fascismo, la inestabilidad, o la intervención extranjera, como cuando en los ochenta se aplicó el "fraude patriótico" .
¿Y después de Cárdenas?
De este interesante apartado destacan, entre otros, planteamientos en torno a la permanencia e incluso el auge de grupos de ultraderecha (el sinarquismo llegó a lacanzar medio millón de militantes), la inauguración de una serie de gobiernos de derecha y la intromisión de oficinas extranjeras de espionaje. Sin duda, Rodríguez Araujo acierta al comentar que en los estudios sobre derechas y ultraderechas, que enfatizan el papel de la Iglesia católica, de los fascistas, los nazis o los franquistas, se suele pasar por alto el papel de los Estados Unidos, "como queriendo dar a entender -nos dice- que estos son democráticos y y los otros de tendencias dictatoriales e incluso totalitarias" . (Rodríguez Araujo, 79). La política de unidad nacional fue , por lo demás, uno de los argumentos empleados para frenar la candidatura de Almazán. Elección de resultados no creíbles.
Después de la Segunda Guerra: La Guerra Fría es el título de este capítulo en el que Rodríguez Araujo destacará el acento represivo y autoritario del régimen: los años dorados del autoritarismo mexicano y el "giro de más de 90 grados" . por comparación entre la política cardenista y la de Manuel Ávila Camacho. Y el diablo está en los detalles. De acuerdo con el autor, el soporte legal de la represión partió de una reforma al artículo 145 constitucional, "presuntamente justificada por la guerra y que pretendía castigar a quienes intentaran o lograran desestabilizar políticamente al país" . (p. 81). Tras un breve recuento, de 1946 a 2013, el autor señala que, "sin entrar en políticas económicas y sociales" , se puede afirmar que estos gobiernos fueron de derecha. De la Madrid y Fox fueron menos represores, pero igualmente de derecha, neoliberales.
Una revisión del gasto, como lo hizo Wilkie descubriría la ideología de los gobiernos. Hay otros indicadores que ayudarían a la caracterización de un régimen.
De este periodo, y de esta ola de represión, no escapó ni el Partido Comunista Mexicano, que durante la Guerra Fría, nos dice Rodríguez Araujo, se adaptó al gobierno de Ávila Camacho, apoyó la reforma constitucional que terminaba con la educación socialista y expulsaba al que fuera trotskista o acusado de tal, a través de la Comisión Nacional Depuradora (tal cual).
Una idea fuerte del libro se expresa del modo siguiente:
"Ratifico: para mí el gobierno de Cárdenas tuvo características de bisagra entre sus antecesores, caudillos de tipo bonapartista, y los posteriores, gobernantes fuertes pero subordinados directamente a los intereses del capital en los que el populismo, que siguió existiendo, fue sólo retórico o discursivo" . (p.87). A la luz de la reforma energética propuesta por priístas y panistas, valdría destacar esta afirmación y, tal vez, apuntar que incluso el discurso populista y nacionalista quedó en el pasado.
El anticomunismo del periodo de Miguel Alemán irradiaba a través de la prensa y la radio, la Iglesia católica (mexicanidad igual a catolicismo), el gobierno, estudiantes católicos y laicos cercanos al fascismo hispanoamericano. El capítulo aborda también el juego, al parecer recurrente, de la formación y cooptación de grupos y partidos de oposición para imponer la candidatura oficial a la de disidentes, como fue el caso con la candidatura de Miguel Henríquez, en 1952. La lectura de este capítulo revela un universo poco visitado en el que las alianzas de la derecha y la ultraderecha se estrechan entre grupos de estudiantes, partidarios, católicos.
A inicios de la década de los sesenta, con la Revolución cubana, narra Rodríguez Araujo, se revitalizaron derechas e izquierdas. Una vertiente de la Iglesia católica misma, la teología de la liberación, se abrió al diálogo con marxistas. Otras expresiones de la Iglesia hablaban del comunismo y el anticomunismo como fiebres malignas, irónicamente, dice Rodríguez Araujo. Otras lanzaban campañas de sellado de billetes con la consigna: "Cristianismo sí, comunismo no" . Años en los que permanecieron grupos de derecha y ultraderecha, y durante los cuales surgieron algunos nuevos. Llama la atención el señalamiento de ciertas regiones o estados en los que parecieran florecer las derechas, como Puebla o Nuevo León. También el reiterado activismo sobre ciertos temas: la educación y los temas de la moral social.
Derechas y ultraderechas en México contribuye a la comprensión de uno de los rasgos persistentes en la historia reciente de nuestro país. Al lado de una historia social rica en demandas y movilizaciones desde la izquierda, ha correspondido la presencia constante, más o menos beligerante, de una derecha y una ultraderecha gubernamental, pero también social (seglar o laica). Las Nuevas Derechas, título del último capítulo del libro, da cuenta, por lo demás, no sólo de esta permanencia, sino de su transformación y, si se permite la expresión, del cinismo con el que se instala su discurso en el siglo XXI cuando la desigualdad se proclama como un prerrequisito para el desarrollo de la sociedad.
Derechas.es un libro, en muchos sentidos, de llegada. De madurez intelectual y erudición. Es también un libro de salida. Su lectura sugiere preguntas y genera inquietudes de investigación. Ojalá mucha gente, y muchos jóvenes, sobre todo, emprendan su lectura.


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